lunes, 20 de febrero de 2012

Llegando

A Gsau


Estamos llegando. Mi espada está hastiada de sangre, la armadura se ha oxidado por la lluvia y el frío en el campo de batalla. Camino y soy inercia, es la voluntad que me ha ganado la carne y no sabría decir cuándo.
El césped es verde oscuro y parece infinito, la colina parece el abdomen de un gigante de terciopelo. Sobre nosotros, el cielo es un manto gris oscuro y parece tan cerca que en cualquier momento podría desprenderse y cubrirnos para siempre.  
Mi ejército está cansado, los hombres – los que no han quedado dispersos en aquel campo sin Dioses – caminan conmigo. Vamos llegando. Nuestro estandarte se agita a merced del viento que silba violentamente, un hombre con armadura negra lo mantiene en alto. Lo miro y me dedica una sonrisa de victoria. La victoria ha de ser el alivio por antonomasia.
Nuestros caballos están flacos y nos igualan en agotamiento, ellos también marchan hacia el silencio de la paz.
Sobre el horizonte comienzan a dibujarse las siluetas de nuestra ciudad. Los hombres gritan, lloran al saberse en su tierra, se regocijan el olfato con el aroma de los suyos. Nuestro ejército es un puño apretado. Yo encabezo la procesión en silencio. Voy desprendiéndome de mi yelmo, lo dejo caer a la hierba con un ruido sordo. No voy a necesitarlo, no pienso volver a la guerra. El pelo se me ha pegado a la frente por el sudor, la barba me invadió el rostro. Los ojos han bebido la muerte.
Entramos a la ciudad y nos vitorean con furia, me trago las lágrimas. No somos héroes, el camino ha sido duro, hemos castigado nuestros dientes con el mendrugo del miedo. Pero aquí estamos y tenemos la vida, así que supongo que esto es ganar.
Entramos al castillo. Hemos llegado. Somos nosotros: los sobrevivientes, los heridos, los fieles. Te saludamos Reina, alabamos tu nombre en los dos o tres idiomas que conglomera nuestro ejército. Te entregamos nuestro servicio incondicional. Hemos venido a buscar tu bendición.
Al verte todo se vuelve silencio, me adelanto con solemnidad, no me atrevo a mirarte a los ojos. Apoyo una rodilla en el suelo. Me entrego a vos, aún tengo la soberbia de pensar que en algún momento pude elegir otra cosa.
Te doy mi vida. Ahora. Ayer. Siempre.

3 comentarios:

  1. Me quedo con "supongo que esto es ganar". Acostumbrados a Hollywood y otros artificios sociales, damos por sentado quién gana una guerra y quién no. Pero aún ganándola ¿quién sabe si está tan bueno eso? A lo mejor todos pierden...

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  2. El punto de cierre del relato es más que atinado, termina con sus palabras, el lector construirá lo que viene.
    Realmente me llevaste a través del derrotero de este ejército y su capitán.
    Abrazo che!

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  3. Los que quedaron atrás...cumplieron la promesa. Al menos a alguien le queda soberbia para pensar un poco. Fui llevado a través de ese campo como uno más! Abrazo.

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