jueves, 3 de mayo de 2012

Al calor del final



La heterogénea pila de objetos se tambaleaba endeble y hacía pensar en un castillo hecho con arena seca. Incontenibles, los restos de un amor (una colección de cartas, paquetes de primorosos moños, fotografías y hasta un perro de peluche abrazando un corazón) se alzaban en una pirámide frente al rostro contraído en llanto del muchacho. Durante algún tiempo supieron esos objetos descansar en una caja cerrada; se necesitaba valentía y cierta inmunidad para volver a sacarlos, mas no sea con el objeto de su destrucción.El fuego destruye, limpia, purifica; sienta un precedente para un potencial renacimiento. Su paso es siempre determinante, arrasador; su naturaleza toma y transforma, mutaría en grises mariposas las dulces palabras expresadas en papel. El fuego destruye y Esteban- el joven en cuestión- lo sabía perfectamente. Si fuese este escrito de una eficacia extraordinaria sirviendo, como debe ser, de ventana a lo narrado, el lector que extendiera por ella su mirada vería a un hombre de unos veintitantos años transcurriendo el quincuagésimo tercer día desde que se separase de su novia. «Es que ya no te amo» revivió aquellas gélidas palabras que fueron disparadas sin maldad, casi con miedo, en un susurro apenas perceptible y desgarrador. Fue su cabeza, durante algunos días, como uno de aquellos adornos que encierran un paisaje sobre el cual, al agitar al objeto, se precipitan unos pequeños copos, simulando una nevada. Sus pensamientos luego de recibir aquel terrible sacudón, se confundían en una borrasca lechosa y no conseguían tomar un rumbo definido. Pero la nieve decanta al igual que en el adorno, es ahí cuando la realidad empieza a tener rostro de paisaje. Hoy la suya era una distopía enfermiza.Dicen que al morir instantáneas de nuestra vida desfilan frente a nuestros ojos como una película, un souvenir cinematográfico; en este caso al morir el lazo con ella, imágenes de sus días juntos, se sucedían con impresionante apremio y no una sino mil veces, penetrando la carne iban hacia él las esquirlas de su amor: sus ojos arábigos fulgiendo previo a un  estallido de ruptura, quebrando un siseo de cama; su voz monocorde casi de niña; días en technicolor en alguna playa respirando vida y salitre; el tacto de sus manos, “es que ya no te amo”. – ¡Basta! Por favor...- Rogó el muchacho, el pecho tensado como la cuerda de un arco se sacudía de cuando en cuando en espasmos involuntarios. Una lágrima burló la curva de sus labios –aún debían conservar algo de ese último beso- dejándole un rumor salado escociente.Esteban se puso de pie y encendió la llama del hogar, el círculo comenzaba a cerrarse, un conjunto de leñas como bastones mustios esperaban ser incinerados y atizados hace ya varios días. Hacía frío, había llovido; afuera las hojas se rendían al poder del viento en caprichosos remolinos y el astro mayor se hacía presente no en calor, sino en un pálido brillo que se colaba a través de la naturaleza diáfana del ventanal. Dentro, las leñas del hogar ganaban un paulatino tono anaranjado que parecía robado de un perfecto atardecer de postal; unas pequeñas chispas centellearon nerviosas, como estrellas de paso. El Averno, el último cajón de la memoria, estaba casi listo.Y entonces lo hizo, en un prensil y definitivo abrazo a los recuerdos, en una metafórica destrucción de lo que jamás podría olvidar, el muchacho arrojó la pila de objetos a su crepitante fin. Tomó posición frente a las llamas que, siempre hambrientas, comenzaban a lamer con deleite la ofrenda de aquel Nerón moderno, que ahora observaba como un “te amo” de elaborada caligrafía serpenteaba ennegreciéndose y perdiéndose de vista para siempre. Esteban escondió la cara entre sus temblorosas manos y dejó que la vida se le escurriera por los ojos, mientras un humo negro como un aura mortífera ascendía fruto de la combustión, acercándose. Un grito, un aullido doloroso, chocó contra una barrera de dientes apretados provocando una vibración en el raigón de cada pieza. Una infernal mordaza de marfil para un dolor harto incisivo; una delgada  voluta de humo, un punzón intangible, cada vez más cerca.La última imagen del chico fue el rostro de aquel Sol de su vida, alcanzó a recordarla sonriente, como al principio – respirá de mí- alcanzó a experimentar esa sensación de adormidera al sentir sus caricias – tranquilo, respirá de mí - alcanzó a decirle adiós antes de que el humo lo tocara – respirá...respirá de mí- luego, sencillamente, el noble y herido corazón cesó en su latir.

¿Y quién fue el que dijo que de amor no se muere?Quisiera que lo traigan frente a mis ojos, me duraría segundos.De amor se muere, ciertamente. Por amor se nace – o al menos muchas veces es así,  de amor se nutre nuestra esencia más profunda, con amor se construye, de amor se vive y, claro está, de amor se muere.Esteban pereció por amor; para quien le interese saber, fue encontrado horas después, sin vida, desarticulado frente al calor del hogar en la sala de su casa. Hubo un revuelo importante, cuando lograron tranquilizar a su madre, la mujer dijo estar convencida de que su chico se había quitado la vida en un arrebato de tristeza, sumido como estaba en una abismal depresión desde que se había separado de su novia.Pero posteriores estudios revelaron que no hubo suicidio alguno y la causa de su muerte sigue siendo un misterio que se desliza como una sombra, casi en secreto, de boca en boca entre los habitantes de esta ciudad. Un misterio irresoluto; excepto para nosotros, los que no subestimamos el amor real. Aquellos que nos movemos con cuidado, sabiendo que el corazón es tan fuerte como para elevarnos a niveles mas allá de nuestra cognición pero, paradójicamente, es tan sensible que puede no soportar la falta de amor y decidir estallar en una lluvia de cristales homicidas.

8 comentarios:

  1. Pudo haber elegido un cesto de basura para desprenderse....pero no....el tipo va....y
    le prende fuego a todo.....y a él mismo.
    Algún placer oculto debe haber tenido
    en morir de amor.....

    Ahora, en la foto de las llamas, alcanzo a ver una cara......

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    1. Y si morir de amor fuera mejor que volverse viejo y que te mate una enfermedad al azar?

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  2. Cuando el papel trajo esta historia a mis manos, me quedé sin palabras... y ahora también, porque duele, y el dolor no se lleva muy bien con las palabras.

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    1. Muchas, muchas gracias por hacerse con la versión de papel, entonces. Espero que le haya regalado algunos momentos de respetable entretenimiento.

      Abrazo

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  3. Pucha, cuantas cosas...
    Pobre Esteban.

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    1. Hay un poco de autobiografía. Por suerte la vida me regalo un renacimiento infinitamente más fuerte.

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    2. Y por cierto, cuando lei tu célebre tweet " ¿Y de que murió? - De callarse las cosas" me acordé de este cuento. Tiene unos 5 años ya, no podés acusarme de plagio. Abrazo Mattlosaurio

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  4. He pasado, he leído, he disfrutado de este texto. ¿Qué más decir, qué más pedirle a un blog? Muchas gracias.

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